La muerte del astronauta Neil Amstrong a finales de agosto pasado volvió a traer a la actualidad uno de los hitos científico-tecnológicos más relevantes de la historia: la llegada del hombre a la Luna, tímidamente rememorada con el aterrizaje del robot Curiosity en Marte. Semejante proeza fue posible en parte porque el gasto espacial estadounidense llegó a representar, en su pico máximo, el 4,41 por ciento del presupuesto federal en 1966.
La investigación necesita inversión sostenida. España logró impulsar su estructura de I+D+i aumentando significativamente la partida del PIB destinada a ciencia e innovación, pero la austeridad presupuestaria de los últimos ejercicios puede dañar estructuras que sólo se han podido crear a lo largo de muchos años.
Ya en 2012 la inversión en I+D+i ha sufrido un tijeratazo del 25 por ciento frente al 17 por ciento de otras partidas, es decir, que se redujo en 2.192 millones de euros. Y llovía sobre mojado: el gasto de 2011 (8.600 millones) era un 8 por ciento menor que en 2010, que era a su vez 15 por ciento inferior que el de 2009. Los recortes sucesivos en la financiación pública de la ciencia se consolidan en los Presupuestos Generales del Estado de 2013.
Un repaso a los presupuestos de 2013
A priori, la dotación para investigación científica, desarrollo e innovación se mantiene en estos presupuestos. Pero aunque el total cuadre aproximadamente con lo invertido en 2012, los fondos destinados a subvenciones, transferencias y gastos, los que más afectan a la ciencia pública, vuelven a caer y pasan de 2.472 millones de euros a 2.121. Sube sin embargo la parte dedicada a préstamos de 3.171 millones a 3.441, según datos facilitados por el diario El País. ¿Qué puede implicar este cambio en la distribución de los gastos?
Para Materia Ciencia no es baladí.
“En 2011, un año en el que la cifra de ejecución del capítulo de créditos fue muy elevada, se dejó sin gastar un 40% del dato que aparecía en los presupuestos”.
Es decir, que el descenso será más pronunciado, ya que lo que sube, que son los créditos, será probablemente una partida infrautilizada.
Instituciones como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) caen por encima de la media de los ministerios (-8,9%) hasta el 9,9 por ciento. Tampoco se libran el Instituto de Salud Carlos III (-4,6%), el Centro Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (- 1,5%), el Instituto Español de Oceanografía (-2,5%), el Instituto Geológico Minero (-3,3%) o el Instituto Astrofísico de Canarias (-1,8%). Según denunciaba La Información el pasado 1 de octubre, la financiación para la Fuente de Neutrones prevista en el Parque Científico de la Universidad del País Vasco en Leioa ESS-Bilbao había desaparecido del presupuesto estatal.
Aunque se ha anunciado paralelamente que se intentará mejorar la gestión (con la creación de la Agencia Estatal para la Investigación en el primer trimestre de 2013 y una nueva planificación de las Estrategias de Ciencia y Tecnología y de Innovación, entre otras medidas) es difícil que estos esfuerzos tengan impacto a corto plazo.
Los datos que provienen del sector privado tampoco son alentadores: El Diario Siglo XXI anunciaba el pasado 24 de septiembre que la inversión en I+D de la industria del medicamento en España bajó por primera vez desde 2007 de los 1.000 millones de euros, como consecuencia de los ajustes en el gasto farmacéutico entre 2010 y 2011. Esta caída supone un descenso del 5,3 por ciento con respecto al ejercicio anterior.
La excelencia se mantiene, de momento
Scientific American consideró a España el décimo mejor país del mundo en ciencia, según un nuevo ranking publicado el pasado 18 de septiembre. Esta clasificación tiene en cuenta los estudios científicos publicados, la cantidad de patentes registradas por cada país, su gasto total en I+D+i y los doctores que genera en un año. Pero no podemos bajar la guardia: el informe se elabora con datos de 2011 (publicaciones y patentes) y de 2009 (inversión en I+D+i y doctores), por lo que todavía no refleja las consecuencias de los últimos recortes. Además, en cuestiones como las publicaciones, el impacto de la desinversión no es inmediato: la producción de los artículos se inscribe generalmente en proyectos que requieren años de trabajo y durante un tiempo los investigadores pueden tirar de lo que tengan en la recámara. Por añadidura, desde el envío de un artículo hasta su publicación pasa un tiempo considerable, lo que dilata los posibles efectos negativos de los recortes presupuestarios.
Donde sí parece haberse notado ya la crisis es en el registro de patentes, que son más sensibles a las desinversiones: España cae al puesto 23. De hecho, el presidente de la Conferencia de consejos sociales de las universidades españolas, Joaquín Moya-Argeler, abogó el pasado 25 de septiembre por mejorar la “comercialización” de la investigación generada en las instituciones académicas a empresas, según publicó el diario Abc.